martes, 26 de julio de 2011

Condolencias a Noruega

A continuación les dejo un fragmento tomado del blog "Las niñas bien... ¿abuelas bien?".

Y yo, con un nudo en la garganta, corro hacia la embajada de Noruega en México (Virreyes 1460) y escribo en el libro de condolencias: Como ustedes, cientos de habitantes de la tierra estamos de luto. Como ustedes, no alcanzamos a entender lo sucedido. ¿Por qué siendo ustedes una de las naciones más ricas del planeta, profundamente demócratas y civilizados, les ocurren estos actos de absoluta violencia? Ustedes, que representan a un pueblo modelo en lo que se refiere a la igualdad, a los derechos humanos, a la ecología y que por añadidura otorgan, cada año, el premio Nobel de la Paz, ¿por qué de pronto aparece entre ustedes un asesino en serie, provocando como dijera su primer ministro: "la mayor tragedia desde la Segunda Guerra Mundial"? Estoy con ustedes y al manifestarles todo mi apoyo, me solidarizo plenamente con el gobierno de Jens Stoltenberg, que se rehúsa a ceder y que no tiene miedo. Entre las muchas cosas que pedían los noruegos, a través del Twitter, para las víctimas, tanto de la explosión de la bomba, como de la matanza de la isla, era sangre RH negativo. Ésa es exactamente la que tengo. No sé por qué me llegó el mensaje en inglés. De haber estado en Oslo, hubiera estado dispuesta a vaciarme, con tal de salvar a algunos heridos. Estoy con ustedes. Algo así hubiera escrito ayer en el libro de condolencias, especialmente después de leer el espléndido editorial del periódico Le monde.

Entre las muchas cosas que dice el diario francés a propósito de este atentado tan monstruoso, concluye que en estos momentos, Noruega le está dando a los países demócratas una gran lección de democracia: "De una manera admirable, el gobierno de Jens Stoltenberg no se deja intimidar: Nuestra marca de fábrica es una sociedad abierta, ésta ha sido, hoy, atacada, dijo el primer ministro". Líneas abajo el editorial del 27 de julio se refiere a la legislación noruega: "No habrá una legislación especial. No se buscará matizar el dolor del país restringiendo la democracia a nombre de la seguridad, forzando el código penal con fines políticos coyunturales. Noruega se mantendrá como el país de libertades públicas". La reflexión del editorial que viene enseguida fue la que más me gustó, porque desearía que en mi país, donde todos los días padecemos atentados, tomáramos como ejemplo la actitud del gobierno noruego: Ésta es una actitud de unanimidad de la clase política de Oslo. Es contraria a la que se adoptó en América al otro día del 11 de septiembre del 2001; contraria a aquella que, frecuentemente, bajo nuestro cielo, o bien, a raíz de cada hecho sangriento, es pretexto para endurecer el código penal a expensas de las libertades. En su desgracia, Noruega queda fiel a sí misma. Se interroga, pero no se reniega. Una lección para nuestras democracias. Desde aquí elevo mi rosa hacia el cielo mexicano, al mismo tiempo que presento mis condolencias al pueblo noruego: "Nunca más un 22 de julio".

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